Se contagió atendiendo a pacientes con COVID-19. Ahora pudiera perder las manos

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Las manos de Rosa Felipe nunca descansaban. Cuando no trataba a pacientes en el Hospital Jackson Memorial, estaba cocinando albóndigas para su familia, manteniendo la paz en su rincón de Allapattah, adoptando perros callejeros, tocando a puertas de vecinos ancianos para asegurarse de que estaban tomando sus medicamentos o recogiendo ropa para donar una comunidad pobre en República Dominicana.

Ahora Felipe se mira las manos, acostada una cama del hospital donde trabaja desde hace 20 años.

“Tengo los dedos negros. Las manos se me están pudriendo”, dijo. “Se me van a caer”.

Los médicos que solía ver en los pasillos de Jackson entran en una habitación y le dicen que es probable que tengan que amputarle las manos a la altura de la muñeca, aunque es posible que puedan salvarle la mano izquierda y algunos de los dedos.

Felipe fue uno de los primeros trabajadoras de la salud que atendieron a los enfermos en la primera línea de la pandemia de coronavirus y contrajeron la enfermedad. Eso fue a principios de marzo; poco después la conectaron a un respirador cuando le dijo a un amigo: “Me estoy ahogando”.

Después de casi cinco meses ingresada, Felipe está a punto de volver a casa. Es uno de los 573 empleados del Jackson que han dado positivo; tres de sus compañeros de trabajo fallecieron.

Pero en su caso, uno de los más severos en el hospital público de Miami-Dade y el centro médico más grande del estado, lo que pudiera perder a cambio de la vida es especialmente cruel. Es posible que a Felipe le extirpen las manos y pierda la carrera que adora.

En momentos que las infecciones, hospitalizaciones y muertes por el coronavirus aumentan en Estados Unido, Felipe se centra en la recuperación. El viernes, el Departamento de Salud de la Florida anunció un récord de fallecimientos por coronavirus por cuarto día consecutivo.

Felipe, técnica de electroencefalografía del Jackson, dio positivo el 9 de marzo. Unas dos semanas más tarde, la enfermera Araceli Buendía Ilagán fue la primera enfermera en el sur de Florida en morir de coronavirus, pocos días después de trabajar último turno en la unidad de cuidados intensivos.