Cáncer en mi próstata

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Cáncer en mi próstata
Cáncer en mi próstata

Por Carlos T. Martínez

Hace poco menos de un mes recibí una noticia que ha cambiado por completo mi visión del mundo y de las cosas. Aun cuando he sido un individuo que ha tratado de llevar una vida saludable, ejercitada cien por ciento y manteniendo un equilibrio emocional que me evite, en la medida de lo posible, que la tensión y el estrés causen estragos en mi salud, todas estas previsiones no evitaron que el flagelo de una de las más temibles enfermedades de la humanidad me alcanzara.

Hoy me cuesta decir, por lo que ello representa, que formo parte de las estadísticas de los afectados por el cáncer de próstata. Hoy soy uno de tantos que inician la lucha para erradicar de su cuerpo este mal que azota al mundo y que se ha convertido en una verdadera plaga. Pero, así como me he enterado de que mi cuerpo aloja a un inquilino indeseado, de la misma forma he reforzado mi fe en ese Dios que todo lo provee, además de los médicos que me están atendiendo.

La “novedad” que los médicos me han revelado es, sin lugar a dudas, mi nuevo proyecto de vida, como tantos otros en los que me he visto obligado a embarcarme y que, gracias al Altísimo, he logrado superar. Esta es una nueva batalla que se pone frente a mí para que, al igual que en otros momentos de vicisitudes, incertidumbres y desconciertos, tome con firmeza la espada de la victoria, para blandirla contra el enemigo o contra circunstancias decisivas.

Esta no es solo una prueba más de fortaleza espiritual o de reciedumbre. Este nuevo “descubrimiento” me ha llevado a otra revelación muchísimo más aleccionadora. Al margen de lo que representa la lucha contra esta enfermedad, la solidaridad de personas que se han volcado para ofrecer su espaldarazo, su ayuda, su mano, su apoyo, sus palabras, es un testimonio de la grandeza del alma.

Sé que no estaré solo en este sendero que, asumo, no será fácil recorrer, pero del que, con la mano de Dios y de todas esas almas bondadosas que se han manifestado espontáneamente, atravesaré airoso. Por eso, el principal objetivo de estos párrafos no ha sido simplemente informar que he iniciado mi proceso de tratamiento y recuperación con todo el entusiasmo y la fe depositadas en Dios (pues estoy completamente convencido de que con mi actitud positiva ya tengo la mitad del camino ganado), sino mas bien para reconocer la grandeza de espíritu de quienes han abierto sus brazos y sus corazones para ofrecerme lo mejor de sí mismos.

Su apoyo, unido a mi fe inquebrantable al Arquitecto del Universo, son ya una garantía de mi pronto restablecimiento. ¡Dios los bendiga.