Aprender de los nórdicos

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Autora: Margarita Cedeño de Fernández

Cada año en el mes de marzo, el edificio de la Organización de las Naciones Unidas se convierte en un hervidero de intercambios sobre el estatus de la mujer en el mundo, como parte de los trabajos de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, instaurada el 21 de junio de 1946 mediante resolución del Consejo Económico y Social.

Es un espacio idóneo para que los Estados Miembros de las Naciones Unidas aúnen esfuerzos con organizaciones no gubernamentales y con los organismos del sistema de Naciones Unidas, para dar un mayor impulso a los acuerdos de la Plataforma de Acción de Beijing, el documento que guía a los países en el avance de la mujer desde el 1995, cuando se reunieron en Beijing representantes de todos los países para definir la hoja de ruta hacia la equidad de género.

En aquella histórica cita, Hillary Clinton, entonces Primera Dama de los Estados Unidos, demandó poner fin a la discriminación hacia la mujer, porque sin las mujeres, se limita a las familias en su propósito de construir un mundo pacífico y próspero. La República Dominicana, que entonces disponía de la Oficina de Promoción de la Mujer, fue representada por su Directora General, doña Rosa Roa de Lopez.

Hoy en día, los pasillos de las Naciones Unidas, durante los trabajos de la Comisión, se llenan de mujeres inspiradas por la promesa de progreso individual y colectivo que ha hecho el mundo a la mujer, especialmente después de la reunión de Beijing de 1995. Es común encontrarse con Jefas de Estado y de Gobierno, ex Presidentas y Primeras Ministras, Vicepresidentas, autoridades de distintos países, reconocidas mujeres del espectáculo, de los deportes, de las organizaciones no gubernamentales y del mundo empresarial.

Sin embargo, algo que debe preocuparnos es la poca presencia masculina en este magno encuentro. En un mundo donde 90% de los Jefes de Estado y de Gobierno son hombres; donde 76% de los miembros de Parlamentos también son hombres, y donde la mayor parte de los países nunca han sido gobernados por una mujer, es obvio que cualquier discusión sobre el estatus jurídico y social de la mujer, no se puede hacer sin los hombres presentes.

Es parte del aprendizaje de tan importante experiencia. Como lo es también el intercambio de experiencias con otros países, como el caso de los que conforman el Consejo Nórdico.

En conversaciones con la Primera Ministra de Islandia, Katrín Jakobsdóttir, resaltaba una cuestión muy importante: Islandia, el país que ocupa el primer lugar en la clasificación de igualdad de género, no “nació” siendo un país con paridad de género en todos sus ámbitos. Por el contrario, se tomaron las decisiones acertadas y correctas para llegar al puesto que ocupan hoy.

Islandia, Noruega, Suecia y Finlandia, países nórdicos, ocupan los primeros lugares de equidad de género del mundo, por su empoderamiento político femenino, las oportunidades de participación de la mujer en la economía y la equidad salarial de género que promueven y protegen. De estos países nos queda mucho que aprender.

Decía Dante que “el lugar más ardiente del infierno se reserva a los que no toman partido en épocas de crisis moral”. La discriminación en contra de la mujer es una profunda crisis moral que nos convoca a tomar partido, a llevar las palabras a la acción y trabajar, en cada uno de nuestros ámbitos, por el fin de esta grave injusticia. Como hicieron los nórdicos, tomemos las decisiones correctas, aunque no sean populares.